Auroras boreales; una representación en las alturas

Una tarde de invierno, lucía en el cielo polar un espectáculo increíble de colores, que, animados por una fuerza invisible, cambiaban de forma y se movían como si representaran una obra de teatro.

Pero cuando terminó la función, a pesar de su exquisita puesta en escena y de su extraordinaria belleza, nadie aplaudió. Después hubo un segundo acto, un tercero, un cuarto, y así durante toda la noche, pero tampoco hubo nadie que aplaudiera, porque nadie acudió.

Y a pesar de que cada día se repitió la misma escena, nadie acudió tampoco el día siguiente, ni el año siguiente, ni el siglo siguiente, ni el otro, ni el otro. Y no acudía nadie por una sencilla razón: porque no había nadie sobre la faz de la Tierra que pudiera contemplar ese espectáculo.



Esta obra de teatro se representó en la bóveda celeste hace unos 3.500 millones de años, cuando la atmósfera empezó a tener suficiente oxígeno que reaccionara con las partículas traidas por el viento solar. Pero el ser humano tardaría todavía una eternidad en aparecer en el planeta; aunque esto era intrascendente para que aquellas luces fantasmales salieran a actuar cada noche.
Desde entonces se representó la misma obra, aunque nadie la viera.
(2ª parte)
Otra noche de invierno, de otro día cualquiera, se seguía representando, en aquellas frías regiones, la misma función de siempre, con nuevas variantes y matices que siempre la hacían distinta. Aun así seguía sin acudir nadie.

Pero, casi se me olvidaba decirlo: es que no había nadie sobre la superficie de la tierra que pudiera contemplarla... hacia miles de millones de años que la especie humana desapareció del planeta. Pero ese detalle insignificante tampoco importó a los actores para salir otra noche a escena y recrear, con sus luces y movimientos, un nuevo espectáculo, en el cielo boreal.

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