Auroras boreales; una representación en las alturas

Una tarde de invierno, lucía en el cielo polar un espectáculo increíble de colores, que, animados por una fuerza invisible, cambiaban de forma y se movían como si representaran una obra de teatro.

Pero cuando terminó la función, a pesar de su exquisita puesta en escena y de su extraordinaria belleza, nadie aplaudió. Después hubo un segundo acto, un tercero, un cuarto, y así durante toda la noche, pero tampoco hubo nadie que aplaudiera, porque nadie acudió.

Y a pesar de que cada día se repitió la misma escena, nadie acudió tampoco el día siguiente, ni el año siguiente, ni el siglo siguiente, ni el otro, ni el otro. Y no acudía nadie por una sencilla razón: porque no había nadie sobre la faz de la Tierra que pudiera contemplar ese espectáculo.



Esta obra de teatro se representó en la bóveda celeste hace unos 3.500 millones de años, cuando la atmósfera empezó a tener suficiente oxígeno que reaccionara con las partículas traidas por el viento solar. Pero el ser humano tardaría todavía una eternidad en aparecer en el planeta; aunque esto era intrascendente para que aquellas luces fantasmales salieran a actuar cada noche.
Desde entonces se representó la misma obra, aunque nadie la viera.
(2ª parte)
Otra noche de invierno, de otro día cualquiera, se seguía representando, en aquellas frías regiones, la misma función de siempre, con nuevas variantes y matices que siempre la hacían distinta. Aun así seguía sin acudir nadie.

Pero, casi se me olvidaba decirlo: es que no había nadie sobre la superficie de la tierra que pudiera contemplarla... hacia miles de millones de años que la especie humana desapareció del planeta. Pero ese detalle insignificante tampoco importó a los actores para salir otra noche a escena y recrear, con sus luces y movimientos, un nuevo espectáculo, en el cielo boreal.

La noche polar

Las luces boreales dan color al cielo ártico durante la fría noche polar.

Las Luces del norte


Podría empezar diciendo que la Aurora Boreal es un fenómeno luminoso que se produce en las capas altas de la atmósfera debido a la ionización del campo magnético, donde las partículas con carga eléctrica procedentes del sol impactan de forma violenta al entrar en la magnetosfera terrestre, y que en el choque entre las partículas se libera una gran energía que provoca la luminiscencia.

Pero prefiero empezar diciendo que, aunque esta definición sea correcta, la física no explica por qué la aurora boreal es el espectáculo más fantástico que se puede contemplar en el cielo nocturno. Tiene algo sobrenatural y misterioso que no se puede encerrar en ninguna fórmula. Cuando uno contempla la noche estrellada no piensa en las partículas que han cruzado el espacio, en un largo viaje de 149 millones de kilómetros, o que la luminosidad verdosa o azulada se debe a los átomos de hidrógeno o de oxigeno.

Creo que en ese momento dan igual las explicaciones y los datos, y lo único que importa es dejarse llevar por la magia de ese derroche de colores increíbles que bailan a su antojo en la oscuridad de la noche.

No hay palabras que describan, ni remotamente, el significado de este espectáculo, porque no existe ningún término para expresar la belleza y la majestuosidad de las auroras. En el mejor de los casos podrás decir de ellas que son fantásticas, misteriosas, extraordinarias, impresionantes, maravillosas, sobrecogedoras, fascinantes, o cualquier adjetivo que sugiera el diccionario para describir algo sublime. Pero cualquiera de ellos resultará insignificante para describir tanta belleza. De todas formas da igual con que nombre se describa, porque ninguno le hará justicia.

Por eso, cuando uno se encuentra a media noche mirando, absorto las Auroras, sobran las palabras. Quizás en ese momento sientas que un escalofrío recorre tu espalda y creas que es por las temperaturas gélidas de las regiones polares. Pero no es por eso. Es simplemente porque estás cara a cara ante las Luces del Norte, ... y esa experiencia no tiene nombre.